Pocas veces se descubren en los archivos históricos, documentos que refleja episodios épicos y
aventureros propios de relatos de novelas antiguas. Este es el caso de la
odisea vivida por un grupo de labradores y vecinos de Cúllar que, en tiempos
del reinado de Felipe V, emprendieron un azaroso viaje por media España con el
único objetivo de conseguir algo trigo con que calmar la hambruna que, en la
primavera del año 1723, asolaba nuestra localidad.
Retrato del Rey Felipe V (1723)
A
principios del mes de marzo de aquel lejano año de 1723, el Cabildo Cullarense,
a través del Alcalde 1º, D. Miguel Romero y Muñoz, puso de manifiesto la insostenible
situación por la que pasaba la mayoría del vecindario por la falta de trigo con
que hacer pan y alimentar a tantas familias necesitadas.
No
había sido el año anterior un buen año agrícola debido a las malas cosechas,
por lo que la escasez de grano era algo común en la Villa de Cúllar y en todos
los pueblos de la Comarca de Baza, en aquellos días. Así las cosas el
Ayuntamiento decidió impulsar una empresa nada fácil, enviar una caravana
municipal formada por 34 carros con el propósito de adquirir 500 fanegas de
trigo en la capital del Reino, en la Villa y Corte de Madrid.
“Los señores que
componen el Cabildo y Concejo de esta Villa de Cúllar dijeron, como en fuerza de hallarse esta
Villa tan necesitada de granos para la manutención del común abasto en los
meses de marzo y siguientes hasta la nueva cosecha, y sin tener recurso alguno
en los convecinos pueblos por haber sido general la esterilidad de los campos,
se tomó la resolución de enviar a la Villa y Corte de Madrid a por más de 500
fanegas de trigo que se consideraban necesarias para el referido común abasto,
teniendo compuesto y conseguido con los dueños de dicho trigo se diesen a esta
Villa a precio de 19 reales cada fanega, siendo obligación de esta Villa
conducirlas desde la dicha Corte hasta aquí.”
Una
vez aprobado el acuerdo, se designó al Alcalde 2º, D. Agustín Muñoz de Mata y
Carrión, como Comisionado para conducir la expedición y reunir los 34 carros
que se creían necesarios para acarrear el grano desde Madrid, así como todo lo
necesario para realizar un viaje tan largo como incierto. Se publicó un edicto mandando comparecer a todos los dueños de carros y carretas de Cúllar y de todas sus pedanías. A los propietarios de los
carros se les pagaría 250 reales a cada uno por el porte y por los
días empleados en el trayecto. Un trayecto que no tuvo final feliz para todos
ellos, como veremos a continuación.
Firma autógrafa de D. Agustín Muñoz Carrión
Firma autógrafa de D. Agustín Muñoz Carrión
Poco
podemos imaginar ahora cómo eran los Caminos Reales españoles a principios del
Siglo XVIII. La mayoría de ellos eran simples caminos carreteros con algo de
zahorra en la parte superior, que permitían el paso continuo de carros y
carretas durante algunos meses del año, pero que se volvían pesados e
intransitables en los meses de invierno y en los tiempos de lluvias. Sin
olvidar la frecuente inseguridad en las zonas de despoblado por la presencia
constante de grupos de malhechores, bandoleros, desertores y todo
tipo de ladrones y criminales.
Entonces
la distancia entre la Villa de Cúllar y la Villa y Corte de Madrid era de algo
más de 100 leguas (unos 500
kilómetros de la actualidad), siendo necesario realizar
la ruta por el itinerario más corto y a la vez más seguro, por lo que se
decidió hacer el viaje por la zona de levante de la Mancha, pasando por Vélez Rubio - Lorca –
Caravaca – Calasparra – Hellín – Chichilla – Albacete – La Roda – Quintanar de
la Orden – Ocaña – Aranjuez y Madrid.
Ruta Itinerario de la expedición cullarense
(Pinchar para ampliar)
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La
caravana de carros partió de Cúllar a primeros del mes de abril, y dos semanas más
tarde, se encontraba a las puertas de la capital de España. Allí el Cabildo
cullarense había tratado con un agente comisionista, D. Joseph Antonio de
Flores, natural de Zújar, el precio del trigo y la forma de pago, pero los
problemas para la expedición cullarense comenzaron cuando se les hizo saber, que
por orden del Corregidor Mayor de Madrid, estaba suspendida temporalmente la
saca de granos de la Villa y Corte.
“Y con poder bastante pasó D. Agustín Muñoz Carrión,
Alcalde Ordinario 2º y uno de los Capitulares del Concejo, como Comisario, con
34 carros de labradores vecinos de esta villa costeados con el caudal que el
Pósito de ella tenía en dinero del trigo panadeado. Y llegando a la Corte de
Madrid, el día 14 de abril le comunicaron que las dichas fanegas de trigo
estaban en la casa de D. Joseph Antonio Flores y Zurbarán que vive en la Calle
del Pez, cuya cantidad no se podía sacar de aquella Villa y Corte sin mandato y
orden de D. Francisco Antonio de Salcedo y Aguirre, Marqués de Vadillo,
Corregidor de esa Villa, por orden del Real Consejo de Castilla.”
Plano de la época de Villa de Madrid .
(En el nº 33 la ubicación de la Calle del Pez)
Al conocer tal inesperada noticia, se vivieron momentos de incertidumbre y desesperación, hasta que el responsable de la partida de carros, el Alcalde 2º D. Agustín Muñoz, decidió jugárselo todo a una carta y buscar trigo donde lo hubiere, aunque fuese a precios más elevados de lo acordado por el Cabildo cullarense. Dos días después, por fin dan con la solución, adquirir el grano fuera de Madrid, en el entonces pueblo de Caramanchel (actual barrio de Carabanchel) ya extramuros de la capital.
Plano de la época de Villa de Madrid .
(En el nº 33 la ubicación de la Calle del Pez)
Al conocer tal inesperada noticia, se vivieron momentos de incertidumbre y desesperación, hasta que el responsable de la partida de carros, el Alcalde 2º D. Agustín Muñoz, decidió jugárselo todo a una carta y buscar trigo donde lo hubiere, aunque fuese a precios más elevados de lo acordado por el Cabildo cullarense. Dos días después, por fin dan con la solución, adquirir el grano fuera de Madrid, en el entonces pueblo de Caramanchel (actual barrio de Carabanchel) ya extramuros de la capital.
“Y sin embargo, D.
Agustín Muñoz, al verse en tan preciso lance de haberse de volver sin el
remedio que esta Villa esperaba y además con el costo de los carruajes, dicho
Señor Comisario en efecto busco y
adquirió 527 fanegas de trigo fiado en el lugar de Caramanchel Bajo, a precio
de 25 reales cada una con la obligación de pagarlas antes del 10 de mayo
próximo a Joseph Ibáñez, dueño de dicho trigo.”
Calle de Alcalá (Principios del Siglo XVIII)
Así las cosas, y con el trigo en las carretas, la expedición emprende el viaje de vuelta hacía Cúllar, sin imaginar lo que les espera en el camino. Nos encontramos a mediados del mes de Abril, y según las crónicas, aquella fue una primavera de lluvias y tormentas intensas, por lo que a poco de llegar a los primeros pueblos de la Mancha, los carriles se volvieron intransitables por el agua caída, y los carros, y sobre todo los mulos y mulas que tiraban de ellos, se vieron imposibilitados de seguir adelante, hospedándose por unos días en la Villa de Los Hinojosos (actual provincia de Cuenca) a la espera del que tiempo mejorase o caso contrario buscar otra solución alternativa.
“Pero que debido a lo
penoso de los caminos e inclemencias de los tiempos y las muchas aguas caídas,
se apuraron de fuerzas los pares de mulos sin poder continuar las marchas por
el barro, de forma que a los más esforzados
se precisó a dejarse una porción de trigo de 133 fanegas en el lugar de
Los Hinojosos distante 20 leguas de la Corte, en la Mancha de Toledo.
E Algunos como Bartolomé
Rodríguez y Tomás López, dos de los amos de los carros, traían las mulas tan
apuradas, que de ellas no se pudieron servir, precisándoles deshacerse de ellas
por muy poco valor.
Y a otros de los dueños
de los carros precisó a dejarse toda la carga y perdido el carro trayéndose
sólo las mulas, y que algunos también las habían perdido porque se les habían
muerto en el camino.”
Finalmente
lo que quedaba de la expedición, consiguió arribar a la Villa de Cúllar en los
primeros días del mes de mayo. Agotados los hombres y las bestias, con algunos
carros de menos y con tan solo una parte del trigo comprado, el recibimiento de la heroica expedición tuvo carácter agridulce, toda vez que el final de la empresa no había sido del
todo satisfactorio en lo económico para el Pósito de la Villa.
“Y para que así conste,
se apunta que los distintos gastos que ocasionó dicho porte, tanto por el pago
de los mantenimientos de los dueños de los carros por los 32 días que el viaje
duró, así como por el pago de portazgo en las Villas de Chinchilla y Lorca, y
demás gastos de la conducción, han ocasionado la pérdida de 3.173 reales del
caudal del Pósito Real de esta Villa de Cúllar”.
Semanas
después, el 8 de mayo de 1723, el Cabildo acuerda enviar como apoderado al
vecino de Cúllar Antonio Alejandro Fernández para que marchara a la Villa de
Hinojosos y allí vendiera las 133 fanegas que la caravana había dejado en aquel
lugar en poder del Alcalde de aquel pueblo, ya que los Señores del Ayuntamiento cullarense estimaban que el coste del trigo, más
las cargas de un nuevo transporte, encarecían el precio final del grano, de tal
manera que sería imposible venderlo a ese elevado precio en la Villa de Cúllar.
Pueblo de Los Hinojosos en la actualidad
Pueblo de Los Hinojosos en la actualidad
De
tal manera que el 7 de junio, el nuevo Comisionado llegó a la Villa de
Hinojosos del Marquesado, y según carta de su Alcalde D. Luis Salazar y Vallejo
“persona en quien paraban las 133 fanegas
de trigo, puso por testimonio que dicho Antonio Alejandro Fernández había
venido a vender dicha porción de trigo, había cumplido con su obligación, el
cual entró en este lugar el 7 de junio haciendo diversas diligencias así en
esta Villa como en la Villa de la Orden, Belmonte, Monreal y otras a donde ha
ido personalmente para lograr la mejor venta de dicho trigo, el cual ha vendido
de la siguiente forma”.
54 fanegas a precio de
18 reales
64 fanegas a precio de
17 reales
13 fanegas y medio a
precio de 15 reales.
El
vecino de Cúllar, Antonio Alejandro Fernández, partiría de retorno a nuestra
Villa el 25 de junio con el dinero de la venta que ascendió a tan solo 2.262 reales, cantidad muy por debajo del coste del trigo adquirido en Carabanchel.
Este
es el triste epílogo de una de las epopeyas más fascinantes que sin duda
vivieron aquellos 35 vecinos del Cúllar de principios del Siglo XVIII. La posibilidad
de conocer la capital del Reino de España, en unos tiempos que no era nada
fácil, ni seguro, emprender un viaje de esta magnitud, recorriendo parajes
desconocidos para la mayoría de ellos, marcarían para siempre sus
vidas y las de sus descendientes. Cuando quizás, años después y al calor de la lumbre, en las largas
noches de invierno, relataran aquella aventura épica, en la que recorrieron por
primera vez y sin duda la única, las calles de aquel viejo Madrid de los
Borbones.
Fuente:
Archivo Histórico Municipal de Cúllar: Libro Capitular de 1723 y Cuaderno de
Cuentas del Pósito de 1712-1733. (Legajo 12
Vol. III )