Documento Archivo Historico

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Archivo Historico de Cúllar. Siglo XVIII

domingo, 13 de diciembre de 2015

El Real Pósito de la Villa de Cúllar.

En esta nueva entrada de nuestro blog realizaremos un recorrido histórico por esta institución pública, que sirvió durante siglos para ayudar a los labradores y vecinos del municipio a sobrevivir a las complicadas condiciones de vida, propias de una economía rural como la de Cúllar.

Esta curiosa fotografía publicada en 1911 por la editorial Espasa Calpe en su Diccionario Enciclopédico, es la imagen más antigua de lo que en otro tiempo fue el edificio del Pósito de la Villa; en la misma aparece ya transformado en el Teatro de la localidad, después de las obras llevadas a cabo por su nuevo propietario, D. Rafael María López Sebastián en 1910.

El Pósito era un organismo de carácter municipal destinado a mantener una reserva de granos, principalmente trigo y centeno, y prestarlos en condiciones módicas a los labradores para la siembra, a los panaderos para hacer pan, y en general a cualquier vecino durante los tiempos de escasez y malas cosechas.

En la Villa de Cúllar el primer edificio de esta finalidad que tenemos constancia era el viejo Pósito situado a espaldas del Ayuntamiento, al cual se entraba por la Calle Pérez. Al parecer allí se encontraba desde finales del Siglo XVI la llamada “Casa Tercia” que servía de almacén de los famoso Diezmos, tanto de los que percibía la Iglesia como los que pertenecían  el Rey, las llamadas Tercias Reales,  que no era otra cosa que un impuesto en especie (generalmente en trigo) correspondiente a la décima parte de las cosechas que los vecinos obtenían cada año.

                                    Libro de Cuentas del Pósito de la Villa
                                         (Archivo Histórico Municipal)

Con el tiempo el viejo pósito se quedó pequeño para acoger en su interior las crecidas rentas agrarias de un pueblo en expansión demográfica y de cultivos como Cúllar, y porque además se encontraba pared con pared con la Real Cárcel de la Villa, lo que provocaba muy a menudo problemas de seguridad e higiene.

 De tal manera que en 1770, ya en el reinado de Carlos III, se decidió construir un nuevo edificio, más moderno y práctico, siguiendo la corriente transformadora en cuestión de pósitos del monarca ilustrado, y para ello se eligió un lugar más amplio y de mejor acceso, en un solar situado junto a la antigua ermita de San José, actual Plaza del Pósito.

La nueva obra, valorada en 27.500 reales de la época, corrió a cargo de los propios fondos del Pósito, aunque los vecinos de Cúllar y su campo también colaboraron con una suscripción voluntaria de 1.736 reales, así como algunos jornales y peonadas de carros.

La construcción fue rematada a Alfonso Rodríguez, Maestro Aprobado de Albañilería, vecino de la Villa de la Zubia, en la referida cantidad de 27.500 reales, a pagar en tres partes iguales de 1.736 reales cada una, la primera  al iniciarse las obras, otra paga al mediar la construcción, y la tercera una vez finalizado el edificio.

    Existencias en grano del Pósito de Cúllar el año de su construcción. 

 El primer documento referente a comienzo de las obras, es de noviembre de 1770 cuando el Sr. Corregidor Subdelegado de Pósitos de la Ciudad de Baza, D. Esteban Márquez Delgado, envía una carta al Ayuntamiento cullarense en la que le insta a realizar  algunas modificaciones técnicas respecto al proyecto original: “Que para mayor comodidad, el descargador de la nueva obra del Pósito que se está construyendo, se reduzca a sólo 6 varas de largo, en lugar de las 8 con que se planteó, y que las 2 varas de diferencia se aumente a el granero o panera del centro para su mayor extensión. Haciendo Vuesas Mercedes que se efectúe así, y toda la demás obra con la solidez y firmeza debida a tal edificio y planta”.

 El 4 de junio de 1771, el edificio estaba por fin construido. El Corregidor bastetano así lo certifica “para que se pague a Alfonso Rodríguez, Maestro de Albañilería, que ha construido el nuevo Pósito de esa Villa, el importe del último tercio que se le adeuda”.

Finalmente, el 2 de Agosto de 1771 se hace acto oficial de la entrega del nuevo edificio a los responsables Depositarios del Pósito, como lo atestigua este otro documento: “Estando en este Pósito, Antonio Moreno Lorente, Diputado, y Félix Cañadas, Depositario, como Interventores que han sido en el presente año, entregaron las llaves y pertrechos del nuevo Pósito, a Torcuato Martínez Sola y Juan de Mesas Martínez, entregándoles las 3 llaves de la Puerta Principal del nuevo Pósito, las otras 3 de los 3 Graneros, otra del Cuarto Alto, otra del Archivo y otra de la Puerta de Verjas que cierra el Callejón sin salida que media entre dicho nuevo Pósito y la casa de Andrés Martínez Cuenca”.

Repartimiento de grano para la sementera de 1771 . Listado de labradores.

Así las cosas, el nuevo edificio continuo siendo de uso público y de propiedad municipal hasta principios del Siglo XX, cuando incomprensiblemente y por motivos puramente mercantiles, el Ayuntamiento de Cúllar decide vender el inmueble al rico propietario y político de la localidad D. Rafael María López Sebastián, el cual decidió reformar el viejo edificio para instalar en él un moderno teatro, y en una de sus naves laterales un casino al estilo de la época.

Así lo describía el corresponsal en Cúllar del periódico “Noticiero Granadino” en su edición del 29 de septiembre de 1910:         
                                       Teatro Circo  de  Cúllar Baza.-
“Para primeros del inmediato Octubre, quedará completamente terminado el hermoso Coliseo, con que ha dotado a esta población, el acaudalado y político popular Don Rafael María López Sebastián. En dicho Teatro Circo existen cómodas localidades, contando además con un casino que se denominará «Círculo Agrícola Industrial» que ha sido amueblado con exquisito gusto artístico.
Durante todo un año ha sido alivio para la clase obrera con la inversión de tantos jornales; se ha urbanizado con este motivo la parte alta del pueblo y además de las naturales ventajas que reporta la mayor afluencia de gente a las ferias, se cuenta con un centro de civilización y recreo que nos coloca al nivel de los países cultos.
En la próxima Feria se inaugurará habiendo sido ya contratada la renombrada Compañía Cómico-Lírica de Don José González Lemos. Con esta obra ha satisfecho las aspiraciones del vecindario, que tiene verdadera predilección por las funciones.
Además se está organizando una compañía de aficionados para dar funciones teatrales y obras de zarzuela durante todo el año y esperamos mucho de su inteligente Director Don José Velázquez de Castro, Médico Titular.
Acostumbrado el dueño del Teatro a las grandes empresas, no ha omitido medio para dar la mayor solidez y esplendor al edificio, mobiliario, decorado y cuanto ha sido necesario, siendo digno de mención el magnífico piano, por su sonoridad y artística caja.
Como el Coliseo cuenta con unas 800 localidades, permitirá una relativa rebaja de precios y no cabe dura que tendremos siempre buenas compañías como las que ya se están ofreciendo de 32 artistas, teniendo en cuenta las combinaciones de las Ferias de Huéscar, Puebla, Cúllar y Albox.”                                           
                                                                               El Corresponsal
                                       Cúllar Baza, 13 Septiembre 1910.

 Tal fue el éxito del nuevo espacio escénico y de la remodelación urbanística que sufrió aquella zona del casco urbano cullarense que, meses después, el propio Ayuntamiento decidió renombrar el callejero del barrio, en el siguiente acuerdo plenario: “Con motivo del magnífico edificio que ha construido D. Rafael Mª López Sebastián para teatro y casino, ha sufrido una verdadera transformación progresiva de ornato la parte alta del pueblo, y resultaría justo conmemorar estos trabajos poniendo a la antigua Plaza del Pósito, “Plaza del Progreso”, y a la cuesta que sube de la Iglesia hasta el viejo cementerio, “Calle del Teatro”.

A principios de la década de los años 20, tras la defenestración política de su fundador, el inmueble pasó a manos de otro influyente hombre de negocios de Cúllar, y rival político de aquel,  D. Emilio Caja Agustí, el cual lo mantuvo abierto al público hasta fechas cercanas a la Guerra Civil.

Sin duda el nuevo coliseo se convirtió en centro diversión para los vecinos del municipio, así como lugar de tertulias y recreo para los socios del colindante casino, por él pasaron decenas de compañías teatrales y de zarzuela, y sus centenarios muros fueron testigos de las primeras proyecciones cinematográficas en la localidad.

También su patio de butacas acogió actos culturales, reuniones sociales y mítines políticos, sobre todo durante el periodo de la II República Española, destacando en especial el acto electoral que tuvo lugar en febrero de 1936, y que contó con la presencia del ilustre orador, catedrático de la Universidad de Granada y Ministro de Justicia e Instrucción Pública, D. Fernando de los Ríos.

Después de la contienda civil el edificio tuvo diversos usos, entre ellos, de nuevo, el de almacén del granos del reciente creado Servicio Nacional del Trigo, y posteriormente cocheras particulares para camiones y material agrícola.

A principios del Siglo XXI el inmueble fue totalmente derribado para construir en su lugar un moderno bloque de apartamentos residenciales, que es el uso que en la actualidad tiene.

Hoy día, transcurridos casi 250 años desde la construcción del Real Pósito de la Villa, valga este pequeño trabajo para recordar a una institución municipal que durante siglos ha sido imprescindible para el mundo rural, y que con el paso de los años, su recuerdo, como su silueta, han sido cubiertos por el polvo de la historia, privando a la Villa de Cúllar y a sus convecinos,  de uno de sus edificios públicos más emblemáticos, y lo que es más triste y  lamentable, perdiendo para siempre una parte importante de nuestro patrimonio histórico y artístico.    

sábado, 3 de octubre de 2015

D. Bernardino Fernández de Velasco. Duque de Frías y Presidente del Gobierno. Recuerdos de su romántica noche de bodas en Cúllar. 1811

     Esta es una historia romántica y épica, propia de la literatura española del Siglo XIX, y que tiene como principales protagonistas, por una parte, a un importante político y poeta de la primera mitad de aquel siglo, el Duque de Frías, Don Bernardino Fernández de Velasco,  que con el tiempo llegaría a ser Presidente del Gobierno  y Ministro de Estado,  y por otra a su segunda esposa, Doña María de la Piedad  Roca de Togores, que tuvieron la dicha de pasar su primera noche de bodas en la humilde casa de un vecino de Cúllar, en los convulsos años de la Guerra de la Independencia.
 
Pero antes de empezar con el relato, vamos a observar durante unos momentos  este cuadro de la época.
 
 
Se trata de la conocidísima obra "Los poetas contemporáneos. Una lectura de Zorrilla en el estudio del pintor." de Antonio Mª Esquivel, pieza capital del Romanticismo español. Considerado como el máximo testimonio gráfico del ambiente político e intelectual en tiempos del reinado de Isabel II.
 
El cuadro pintado en 1846,  cuyo original se encuentra en el Museo del Prado, reúne en el propio estudio del artista a conocidos personajes de la vida literaria y también política del momento, la mayoría de clara tendencia liberal, que asisten a la lectura de una obra de poeta José Zorrilla. Entre los retratados encontramos a Martínez de la Rosa,  Quintana, Campoamor, Bretón de los Herreros, Julián Romea, Javier de Burgos, Mesonero Romanos, y otros, que posan ante un óleo recién acabado con la figura de José de Espronceda, fallecido años antes. 
 
Si nos fijamos en la parte derecha del mismo encontraremos a un personaje sentado en medio de otros tres, que nos mira fijamente, es D. Bernardino Fernández de Velasco Enríquez de Guzmán y López Pacheco, uno de nuestros protagonistas.
 
 
 
Nacido en Madrid en 1783, y miembro de una de las más ilustres familias de la nobleza española (seis veces Grande de España), el 14º Duque de Frías, ingresó muy joven como cadete en la Guardia Valona (1796), en la que ascendió a teniente (1802).  Al estallar la Guerra de la Independencia, en 1808 desertó del ejército francés, con el que servía en Portugal, incorporándose al bando español. Luchó en varios frentes hasta 1811, año en que se retiró a la vida privada con el grado de Coronel.
 
Una vez finalizada la Guerra, y tras el regreso de Fernando VII,  participó en las Juntas de Daroca y Segorbe (1814), en las que aconsejó al rey aceptar la Constitución. Su significación liberal le hizo retirarse de la política al restaurarse el absolutismo.
 
En 1820 fue llamado por los liberales para desempeñar la embajada en Londres, desde donde realizó intentos de reconciliación con los revolucionarios rebeldes sudamericanos. Vuelto a España en 1822 pasó a formar parte de la sociedad de los "Anilleros", de talante liberal moderado. Nombrado consejero de Estado, acompañó al Rey y al Gobierno a Cádiz durante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis. Tras el triunfo absolutista, se exilió con su familia  a la ciudad francesa de  Montpellier, donde permaneció hasta 1828.

Muerto  el Rey Femando VII, volvió a la política, ocupando una plaza en el Estamento de Próceres. Su elección como Senador por León (1838), donde era un importante terrateniente, significó su regreso a la vida pública.
 
 El 6 de septiembre de 1838 fue nombrado Presidente del Gobierno y Ministro de Estado. Su gabinete encontró desde el principio la oposición de las cámaras legislativas, pues ni siquiera los moderados le apoyaban. Todos estos factores le crearon una situación insostenible, y el 9 de diciembre de 1838 dimitió tras consultar con varios ex presidentes y destacados líderes moderados.

Retomó sus actividades privadas, y sólo volvió a la política en 1845, cuando fue designado Senador vitalicio por el nuevo régimen moderado. Cultivó la poesía dentro de una tendencia clasicista, alcanzando gran popularidad. Entró en la Real Academia de la Lengua en 1847. Amigo cercano a otros escritores de la época, llegó a ser padrino de bodas de Mariano José de Larra.
 
Como poeta, el Duque de Frías, nos dejó para la posteridad la que es quizá una de sus obras más populares,  “Llanto Conyugal”.  Precisamente en referencia a ese poema, inspirado por la muerte de la que fue su segunda esposa, Dª María Piedad Roca de Togores,  el autor recrea en sus versos,  los recuerdos de su boda y su primera noche nupcial que tuvo lugar en nuestra localidad.
 
Doña María de la Piedad Roca de Togores y Valcárcel, nacida en 1787 en Benejúzar (Alicante) era la octava hija del Conde de PinoHermoso. Joven, bella y culta, e inspiradora posteriormente del genio poético de su marido y de otros ilustres literatos como Larra, Nicasio Gallego, Ventura de la Vega, y el propio Quintana, este es el maravilloso retrato de su juventud.
 

 
En la primavera de 1811, y en plena Guerra de la Independencia, D. Bernandino se encontraba como Coronel de un Regimiento de Caballería Española en Cúllar, toda vez que la ciudad de Baza, y el resto de la provincia de Granadase encontraba en poder de las Tropas Napoleónicas.

 Ante la imposibilidad de trasladarse hasta Alicante donde residía su prometida, se vio obligado a casarse por poderes el 2 de junio, siendo representado en este acto por su propio cuñado. Cinco días después, conoce la grata noticia de que su  reciente esposa  había viajado hasta Cúllar para encontrase con él. El esposo, después de haber comandado la guardia aquella noche, acude a la villa cullarense a todo galope para reunirse con su amada y consumar de esta manera su matrimonio. 
 
Esta es la bella historia, que aparece en el libro Apuntes para una Biblioteca de escritores españoles contemporáneos en prosa y en verso”, Tomo I, por D. Eugenio de Ochoa. Impreso en París en 1840 en la Librería Europea de Baudry.
 
Hallándose el autor en las inmediaciones de Baza, durante la Guerra de la independencia, mandando el Regimiento de Dragones de Pavía, recibió en la tarde del tarde  del 7 de junio de 1811 la noticia de haber llegado á Cúllar  doña María de la Piedad  Roca de Togores (hija de los Condes de PinoHermoso), con quien había contraído matrimonio por poderes en la ciudad de Alicante el día 2 del mismo mes. Aquella noche le tocaba cubrir con su Regimiento la guardia de  toda la línea del ejército y hacer la descubierta á la mañana siguiente. Así se verifico, y después de reconocer el campo enemigo, y de ser relevado por tropas de refresco, marcho á reunirse con su mujer en Cúllar, donde ratificaron el matrimonio alojados en casa de un honrado labrador. Por consiguiente toda la siguiente estrofa es de rigurosa verdad histórica.”
 
Y este es el fragmento de su famoso poema "Llanto Conyugal", escrito años después, en 1830, tras la prematura muerte de su joven mujer, en el que el Duque de Frías recuerda aquel día en que se encontró por primera vez a solas con su llorada esposa.
 

Cuánto recuerda mi angustiada mente
El venturoso día, que la juré mi amor, juró ser mía 
Solo amor la ofrecí, que del paterno
Estado, presa de ambición extraña,
Solo pude salvar un noble acero
Para hacer frente al invasor de España,

Y un lozano bridón, fiel compañero
De mis duras fatigas,
En que á los ecos del clarín guerrero,
Cansado y polvoroso
De combatir las huestes enemigas,
Al ara conyugal corrí gozoso

No las sacras antorchas reflejaron
Mármol bruñido y regios artesones,
Sino el hierro marcial de los pendones
Que en la patria defensa tremolaron.
De un bondadoso agricultor el lecho
Fue el tálamo nupcial; sirvió mi espada

De espejo á la beldad que el alma llora,
Y en amor y valor mi pecho ardía....
Campos famosos de la antigua Baza,
Eternos sois en la memoria mía.

martes, 11 de agosto de 2015

Expedición militar Conde de Argelejo de 1778. Un cullarense en la Isla de Fernando Póo.

   En esta nueva entrada vamos a conocer la auténtica epopeya de una expedición naval y militar que tuvo lugar  en tiempos del Rey Carlos III, y que podría, sin lugar a dudas,  servir de guión para una de esas clásicas películas de aventuras por los Mares del Sur, con rebelión a bordo incluida.

   En la misma encontramos la figura de un cullarense, Bartolomé Millán, cabo de Infantería de Marina nacido en Cúllar hacia 1750, y que fue importante protagonista en la parte final de esta historia, la historia de la primera vez que el Reino de España tomaba posesión de la Isla de Fernando Póo, actual Guinea Ecuatorial. 



     Tras el tratado hispano portugués de San Ildefonso (1777) y de El Pardo (1778), por los que Portugal cedía a España las islas guineanas de Fernando Poo y Annobón, junto con derechos de trata esclavista y libre comercio en un sector de la costa del golfo de Guinea, era necesario para la corona española tomar posesión física  de estas islas, para lo cual se constituyó una expedición militar para recibir de manos portuguesas estos nuevos enclaves africanos.

 El 17 de abril de 1778 partió desde Montevideo una expedición formada por los buques "Santa Catalina" y "Soledad" y el bergantín "Santiago" para tomar posesión de Fernando Poo y el resto de los territorios, dirigida por el Brigadier de los Reales Ejércitos Don Felipe de Santos Toro, Conde de Argelejo. La expedición la componían 2 capitanes, 2 tenientes, 3 subtenientes, 5 sargentos, 2 tambores y 120 soldados. Además de 2 capellanes, 2 cirujanos, 2 carpinteros, 2 herreros, 2 albañiles, 1 maestro armero y 2 panaderos.

 El 29 de junio la flotilla española arribó a tierras africanas desembarcando en la las isla del Príncipe, cercana a Fernando Poo, pero no fue hasta el 24 de octubre  cuando tuvo lugar la entrega oficial por parte de las autoridades portuguesas.

En la bahía de Boloko, el Conde de Argelejo desembarcó tomando posesión del lugar en nombre de Carlos III, construyéndose así la pequeña población de San Carlos (actual San Carlos de Luba).

 

 Este es el Acta oficial de la toma de posesión de la Isla de Fernando Poo:
 
   “Año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de mil setecientos setenta y ocho, a los veinticuatro días del mes de octubre, en esta isla de Fernando Póo, estando presente como comisario de la Reina Fidelísima Nuestra Señora el ilustrísimo fray don Luis Cayetano de Castro, fidalgo de casa de la misma Señora, caballero de la Religión de Malta y capitán de Mar y Guerra, comandante de la fragata "Nuestra Señora de Gracia", y por parte del Rey Católico el ilustrísimo conde de Argelejos, también con comisión de su Soberano, hallándose ambos presente con las demás personas que los acompañaban, fue dicho en presencia del escribano de dicha fragata que el referido fray don Luis Caetano de Castro, en virtud de las órdenes y comisión que recibió de la Reina Fidelísima Nuestra Señora, y en la mejor forma habida en derecho, cedía y dimitía toda la jurisdicción, regalías, dominio, acciones y derechos que su Soberano tenía en esta isla de Fernando Póo a S. M. el Rey Católico de España, para que el mismo Señor y sus sucesores la gocen y posean como suya propia y pertenezca al Reino de España, para lo cual, y en virtud de los poderes suficientes de que está revestido dicho señor Cayetano de Castro, la da por desmembrada del Reino de Portugal, y el citado comisario español, señor conde de Argelejos, dijo que aceptaba la referida cesión y dimisión por parte y en nombre de sus soberanos, y en virtud de aquélla y de los poderes de que se halla investido lanzó tierra al aire y quebró ramas de los que hizo los demás actos posesorios, diciendo en altas voces, de modo que todos los presentes lo entendieron, que en virtud de la comisión que tenía del Rey Católico, su soberano, tomaba posesión de esta isla de Fernando Poo como perteneciente al Reino de España, para que de hoy en adelante reconocieran sus habitantes a dicho Soberano como su Rey, con pleno y supremo poder.
Y yo, Juan Thomas de Silva Mattos, escribano de la fragata "Nuestra Señora de Gracia", escribo esta acta por mandato del ilustrísimo fray don Luis Cayetano de Castro, siendo de todo ello testigos que consigo firmarán abajo, así como los dos comisarios citados en esta bahía de Fernando Poo, a los veinte y cuatro días del mes de octubre de mil setecientos setenta y ocho.”

 A partir de ese momento, la isla formó parte administrativamente de la Gobernación de Fernando Poo y Annobón, integrándose, junto a resto de territorios españoles de la Guinea, en el Virreinato del Río de la Plata, pero las desventuras del viaje no había hecho nada más que empezar.

 El propio Jefe de la Expedición, Conde de Argelejo, murió de fuertes calenturas sin duda ocasionadas por la malaria u otra enfermedad tropical el 14 de noviembre de 1778, quedando al mando del Teniente Coronel D. Joaquín Primo de Rivera hasta que una rebelión de sus propias tropas lo puso prisionero.

 Y es que después de meses de calamidades, falta de suministros y sobre todo diversas enfermedades como la malaria y otros padecimientos, la situación de los expedicionarios empeoró de manera alarmante, falleciendo cada semana  varios soldados, a lo que se sumó, que  casi la mitad  de los ellos se encontraban a diario dados de baja por enfermedad.
 
 

 La sublevación estuvo encabezada por el Sargento Jerónimo Martín, que convenció algunos cabos, entre ellos el cullarense Bartolomé Millán, para deponer a Primo de Rivera, y abandonar la isla, alegando que el Teniente Coronel no atendía adecuadamente a los enfermos y que además infligía malos tratos a sus subordinados.

 En la noche del 24 de septiembre de 1780, tras más de dos años de estancia en la isla, el Sargento Martín, acompañado de los Cabos Borrego, Millán y Cañadas visitaron al Comandante en Jefe Primo de Rivera, y le entregaron una carta donde relataban minuciosamente el estado lamentable en que se encontraba la tropa y el decaído ánimo general de la expedición, agravado por la falta de socorros que, desde España, nunca llegaban.

Al parecer el Oficial no hizo mucho caso a lo expuesto por sus subordinados, incluso se burló de ellos, por lo que momentos después fue detenido y hecho preso. Consumado el hecho, el Sargento mando cargar en los navíos todos los efectos y pertrechos con el objetivo de abandonar la isla, temiendo también que los nativos pudiesen irrumpir en la guarnición y hacerse con algunos enseres indispensables para su propia supervivencia.

Así las cosas el 31 de octubre se hicieron a la mar, junto con Primo de Rivera esposado, llegando a la isla portuguesa de Santo Tomé el 16 de noviembre, donde las autoridades lusas reconocieron como único Jefe Militar a Primo de Rivera, liberándolo, dando así comienzo al sumario por rebelión contra los soldados españoles que se habían amotinado.  

 

Los reos, que de inmediato pasaron a disposición judicial, eran los siguientes (la mayoría andaluces): Sargento Jerónimo Martín, natural de Cañete la Real, Reino de Sevilla, Cabo 1º Bartolomé Millán, natural de Cúllar Baza, de 30 años de edad, Cabo Juan del Águila, natural de Zurgena, Cabo Joaquín León, natural de Priego, Cabo Antonio Borrego, natural de Lucena, , soldado Antonio Prados, natural de Granada, artillero Cristóbal Medina, natural de Baza, soldado Fernando Manteyga, natural de San Martín de Visantoña, Galicia, y el ranchero, Pedro Giménez, natural de Jimena, reino de Jaén.

El juicio no se celebró en tierras africanas toda vez que no se disponía de Oficiales competentes para iniciar el Consejo de Guerra, por lo que hubo que esperar hasta que lo que quedaba de la expedición, pudiese poner rumbo a Montevideo, el 30 de diciembre de 1781, tras 24 jornadas de dura singladura fondearon por fin en tierra americana, el 23 de enero de 1782, día en que llegaron a Bahía de Todos los Santos, costa de Brasil.
 


Allí permanecieron por espacio de un año dado que los barcos se encontraban en pésimo estado, y además no tenían dinero para repararlos, hasta que finalmente arribaron a la hermosa bahía de Montevideo, el 12 de febrero de 1783.

De los casi 150 hombres que partieron hacia el Golfo de Guinea en abril de 1778, tan solo regresaron 26, entre ellos el cullarense Bartolomé Millán, cuatro años y diez meses después de su partida.

Los procesados fueron enviados a prisiones militares mientras comenzaba el juicio, pero afortunadamente el Teniente Coronel D. Joaquín Primo de Rivera quiso perdonarlos a todos de la segura muerte por rebelión a bordo de un navío del Rey, por lo que redacto un memorial en el que solicitaba el indulto de todos ellos “en consideración a los fuertes motivos que conoce llegaron a afligir el espíritu de estos reos para cometer el delito con el deseo de salir de aquella isla por los infinitos trabajos y miserias que experimentaban, y en el ejemplo de las repetidas muertas y enfermedades que padecían, les perdona el agravio que en ello recibió, pidiendo a S. M. que por lo menos se dignase a indultarles de la pena de muerte a la que tal vez pueda juzgársele acreedores.”

 Finalmente todos los acusados fueron indultados por Real Orden del 25 de mayo de 1785.
Sin ninguna presencia española, la abandonada Isla de Fernando Poo continuó formando parte de las posesiones de nuestro país en el Golfo de Guinea, habría que esperar más de 65 años para que de nuevo otra expedición militar española volviese a pisar aquellas tierras africanas y ejercer la jurisdicción real, ya en tiempos de Isabel II.
 
 
Epílogo

De nuestro heroico paisano nada más sabemos, quizás decidiera dejar la Real Armada y regresar a España, al pueblo que le vio nacer, o quizás se embarcara de nuevo en otra de aquellas épicas expediciones navales, militares y científicas, que tan importantes fueron durante todo el Siglo XVIII.
 
Quede para la historia nuestro emotivo recuerdo para aquellos hombres que surcaron los mares en tiempos difíciles y llenos de descubrimientos , entre ellos Bartolomé Millán, el primer cullarense en la historia de Guinea Ecuatorial.
 

Nota: Datos obtenidos del libro “El Brigadier Conde de Argelejo y su expedición militar a Fernando Poo en 1778” escrito por Manuel Cencillo de Pineda. Instituto de Estudios Africanos. Madrid 1948.