Documento Archivo Historico

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Archivo Historico de Cúllar. Siglo XVIII

sábado, 9 de abril de 2016

Los últimos pasos de Washington Irving en el Reino de Granada: Recuerdos de una tarde de verano de 1829 en la Posada de Cúllar.

La figura del escritor y diplomático norteamericano Washington Irving, forma ya parte indivisible de la historia de Granada y de su pasado nazarí, desde que éste llegase en su primer viaje a la ciudad de la Alhambra en el lejano año de 1828. 


La fascinación, que la Granada de la época causó en el literato estadounidense, se reflejaría de manera sublime en sus libros de inspiración histórica como las “Crónicas de la Conquista de Granada”, y sobre todo, en  los populares y mundialmente famosos “Cuentos de la Alhambra”, inspirados en los tiempos en que estas tierras eran el escenario de luchas de moros y cristianos.
  
  No podemos olvidar sus conocidos relatos de viajes, fruto de sus extensos periplos por Europa y América, y entre ellos, uno prácticamente olvidado con el paso de los siglos, el día que dejó para siempre su amado Reino de Granada, y que tuvo a la Villa de Cúllar como protagonista.
    
Washington Irving (ManhattanNueva York3 de abril de 1783 – TarrytownWetschesterEstado de Nueva York, 28 noviembre de 1859) había llegado a España de la mano del embajador norteamericano en Madrid, Alexander Everett, con la intención de recopilar datos biográficos sobre la vida de Cristóbal Colón. Seducido por la cultura, la lengua y las costumbres españolas, Irving decide establecerse en la capital de Granada durante tres meses, desde el 4 de mayo al 29 de julio de 1829, disfrutando del privilegio de hospedarse en plenos Palacios Nazaríes, por gentileza del Gobernador de la Alhambra, en las mismas habitaciones que había sido construidas para el emperador Carlos V siglos atrás.
    
La inolvidable experiencia de residir en el monumento musulmán y convivir con sus habitantes, avivó su imaginación y le permitió acceder a las tradiciones orales que usó para escribir la obra que mejor expresa su alma romántica, “Cuentos de la Alhambra”.
         

 A finales de julio, recibió la grata noticia de que el recientemente elegido nuevo Presidente de los Estados Unidos, Andrew Jackson, le había nombrado secretario de la embajada americana en Londres. Rápidamente se dispone a organizar tan largo viaje, a la vez que se despide de todas las personas y personajes que habían formado parte de su intensa vida durante su estancia en la capital granadina.
   
 El martes 29 de julio de 1829, junto con el súbdito extranjero, Mr. Raphael Sneyd, y acompañados de un  arriero, Antonio, que a la vez les serviría de escolta en tan peligroso itinerario, alquilaron una pequeña tartana para iniciar el viaje que les llevaría hasta Murcia, a través del Camino Real que comunicaba Andalucía con el Levante. Después de pasar la Venta del Molinillo, Guadix y Gor, arriban a la ciudad de Baza en la tarde del jueves 30, acompañados por una particular cuadrilla formada por soldados, trajinantes y una larga recua de burros, que habían encontrado por el camino.
  
  Al día siguiente, viernes 31 de julio, bien temprano, la expedición reanuda la marcha con dirección a Cúllar, a donde llegan a mitad de la mañana, alojándose por unas horas en la famosa Posada de la Plaza. Como era costumbre en los viajeros de entonces, las jornadas del viaje en verano se hacían a primeras horas del día, para evitar las calurosas horas del mediodía, y después de comer y descansar, se retomaba el camino bien entrada la tarde.
  
  Washington Irving aprovecha su breve estancia en Cúllar, una villa que entonces contaba con algo más de 4.000 almas, para tomar apuntes en su libro de viaje de todo lo que observa a su alrededor. El colorido de los trajes de los paisanos, el entorno de la plaza en todo su esplendor, el tropel de personas que van y vienen a sus quehaceres diarios, pero sobre todo, el escritor refleja como en él es habitual el ambiente que se vive en interior de la posada, donde queda fascinado por una joven gitana, estereotipo de la clásica mujer española que tanto embrujó a los viajeros románticos del Siglo XIX.
   
Posada de la Plaza de Cúllar.
 Las anotaciones están realizadas de manera rápida pero detallista, y aunque se trata de meros apuntes, la pluma del literato norteamericano se deja llevar por el encanto de la típica postal que sus ojos de extranjero presenciaban, componiendo para la posteridad, unos delicados párrafos que describen, de manera precisa, los recuerdos que el pueblo de Cúllar dejó  en la pupila de Washington Irving aquella tarde de verano.
   
    Esta es la traducción de del texto original que años después, en 1919, vio la luz por  primera vez, gracias al trabajo de investigación de los historiadores americanos William P.Trent y Gerorge S. Hellman, que encontraron entre los archivos de la familia Irving, unos 24 cuadernos o diarios inéditos, con anotaciones de los viajes del escritor estadounidense, y  que fueron publicados con el título genérico de “The Journals of Washington Irving”.
   
Por primera vez, y de forma íntegra y en toda su extensión,  damos a conocer a través de estas páginas, las huellas que dejó el célebre escritor a su paso por Cúllar y la comarca de Baza.

“Habíamos alcanzado una galera que hacía el camino de Granada a Baza, iba escoltada para evitar a los bandoleros por dos soldados y varios paisanos a lomos de caballos, mulas y burros. Llegamos a Baza después de anochecido, tras un largo y sinuoso descenso.

    Al pasar La Alameda, nos encontramos un inmenso cañón de hierro con argollas y una gran bola de piedra de tiempos de la Conquista. Nos hospedamos en una posada regentada por un francés.  La cena nos dejó indiferentes. Dormimos en un colchón en el suelo. Posada del Sol. Buenas habitaciones. Casa nueva.

    Al amanecer unos arrieros llegaron con una larga recua de mulas cargadas de mercancías, el primero portaba nuestros baúles. Estos caminantes  suelen viajar  toda la noche y descansan durante el día.

   Abandonamos Baza poco después de las cinco de la mañana, la alameda estaba admirable. Cuando dejábamos la ciudad pasamos por una pequeña capilla situada, según la tradición popular, donde la Reina Isabel disparó el último cañón. La Vega de Baza es una anchurosa llanura rodeada de montañas a lo lejos.

    Después de pasar una región árida y montañosa, llegamos a Cúllar, un amplio pueblo con un verde valle y huertos que contrastan con la aridez de las inmediaciones. En los suburbios de Cúllar la gente vive en cuevas. Los niños van desnudos, quemados por el sol. Nos alojamos en la gran Posada de la Plaza. De camino a este lugar, Antonio se había encontrado con un viejo camarada, soldado compañero, y natural de Aragón, en el límite con Valencia, y le dejamos colocar  sus fardos en la parte de atrás de la tartana.

    Posada.- Hay varias mujeres con el aspecto de gitanas, una de ellas aparenta ser la dueña, es joven y bien parecida y de tez aceitunada, con esbeltos tobillos y pies. Lleva sobre el cuello un collar de perlas y una larga cadena de plata con una reliquia con incrustaciones de imitación a diamantes. Viste un bonito corpiño bordado, y se encuentra embarazada. Antonio me dice que pertenece a una familia gitana. La madre y otras hermanas también portan cadenas de plata, y una de ellas viste un corpiño azul celeste de seda, una bella niña de unos diez años, que parece algo retrasada.

    Plaza Real.-Tenderos franceses se retiran a echar la siesta. Galgos durmiendo al sol. Las puertas de las tiendas con limpios toldos. Un grupo de campesinos con sus monteras y capas de paño rayadas y un montón de borricos, cruza el lugar con cántaros de agua colgados con  cinchas de una parte a otra.

  La ventana de la Cárcel de enfrente (auténtica cabila) está cerrada. Los presos duermen. Zapatos de esparteña cuelgan de la reja de la ventana. Comienza la llegada de los estudiantes. Uno de ellos lleva sobre su cabeza un viejo sombrero ladeado, su capa enrollada sobre si mismo deja al descubierto uno de los hombros. Viste pantalones de algodón a rayas y zapatos de esparteña. Un pequeño valenciano con enaguas por pantalones conduce un lindo borrico.

  Escena en el interior de la posada.- Gran compartimiento dividido por arcos. En una parte comen cuatro valencianos, en otra, al pie de una escalera, un hombre y un muchacho hacen cedazos. Varias mulas y burros cargan. En otra parte está la familia, algunos desperdigados por el suelo, la mujer embaraza reclinada sobre sí misma, su hermana una muy preciosa joven morena, está trabajando.

    En un banco cerca de ellas se encuentra su hermano, un joven de mediana estatura de unos veintidós años, guapo, y con un colorido pañuelo sobre su cabeza. Viste una camisa con volantes muy elaborados, y una chaqueta de felpa verde y a cuadros, echada sobre sus hombros. Una faja de seda roja asoma por debajo del chaleco. Calzones de felpa verde con una larga fila de botones de plata. Botinas de figura elegante y zapatos. Las muchachas llevan volantes y baberos para cambiarse de mangas. Cadenas de filigrana plateada con medallas de plata y gargantillas de perlas. Sus basquiñas abiertas sobre un lado, el corsé apretado  y  guarnecido con flecos. Sus peinetas decoradas con trazos plateados. Sus corpiños muy trabajados.




   Una enloquecida joven canta y baila una danza castellana, parece languidecer con sus grandes y negros ojos. La basquiña abierta sobre un lado y largos pendientes de oro sobre sus orejas. Va descalza y caracolean sus brazos al mismo tiempo, mientras que se posa en el suelo. Y Tan pronto como el día da paso a la noche, ella se vuelve salvaje y se suelta el pelo y la ropa, y muerde de tal manera que no se puede sujetar. Se dice que con ello consigue causar impresión. Los jóvenes compañeros gitanos me contaron que su hermana, la que estaba embarazada, no hace otra cosa que retozar con hombres. Ella me  dijo que era un pequeño loco insensato por mirarla.

   Dejamos Cúllar sobre las  3 de la tarde. Pasamos a través de una montañosa región de colinas cubiertas de bastos arbustos que asemejaban una pradera, con valles bajos cultivados. Excelente camino. Llegamos a Chirivel, una pequeña aldea, a las nueve en punto. La posada desprovista de todo. Mandamos a buscar pan moreno y huevos a la aldea. La posada tiene grandes arcos parecidos a los de una caverna. Los arrieros se arroparon en sus mantas y se acostaron en el suelo.”

Después de dejar Andalucía, los viajeros hacen parada en Murcia, Orihuela, y Valencia, para llegar a Barcelona a mediados del mes de septiembre. Tras unos días de descanso en la ciudad condal, la expedición partiría rumbo a Gerona, para abandonar definitivamente España por la frontera de Figueras el 23 de septiembre de ese año, camino de Inglaterra.

En la embajada de Londres, Irving permanecerá  hasta 1832, año en que regresará a Estados Unidos. Ese mismo año publica “Cuentos de la Alhambra”, que se convierte en un éxito de ventas desde su primera edición. Washington Irving  considerado como "patriarca de la literatura americana" y "el mejor escritor de habla inglesa de su tiempo" no deja de pensar en España, y diez años después, el Secretario de Estado americano, Daniel Webster, le ofrece el puesto de Embajador en Madrid. El hecho le cogió por sorpresa, pero le pareció que el honor coronaba su vida. 

Aceptó el puesto y ese mismo año salió para Europa camino de España. Llega a nuestro país a finales de julio de 1842 y a principios de agosto presenta sus cartas credenciales como embajador de los Estados Unidos, al General Espartero en la Corte de Madrid. 

Su vida diplomática en España finaliza en 1846, cuando cansado y con 63 años de edad, decide volver definitivamente a su tierra natal.



    En los cuatro años que ejerció como embajador, nunca más volvió a visitar Andalucía ni la ciudad de la Alhambra, nunca más pisó tierras granadinas,  desde aquella  calurosa tarde del verano de 1829, cuando de nuevo subió  a la desvencijada  tartana que le esperaba en Plaza Real  de Cúllar, quizá sin saber que aquella, era la última vez que sus pies pisaban  el viejo Reino Nazarí de Granada.


Epílogo

En 1999 la Fundación El Legado Andalusí puso en funcionamiento una serie de rutas históricas por Andalucía, entre ellas la llamada “Ruta de Washington Irving” que seguía el recorrido que el literato norteamericano hiciera en su primer viaje desde Sevilla a Granada.

A raíz de estas últimas publicaciones, no estaría de más, que esta entidad pública andaluza incluyese también en el itinerario de la citada ruta cultural, el recorrido de este último viaje, realizado por el ilustre escritor romántico, por tierras del Norte de Granada y Almería.