La figura del escritor y diplomático norteamericano
Washington Irving, forma ya parte indivisible de la historia de Granada y de su
pasado nazarí, desde que éste llegase en su primer viaje a la ciudad de la
Alhambra en el lejano año de 1828.
La fascinación, que la Granada de la época causó en el literato estadounidense, se reflejaría de manera sublime en sus libros de inspiración histórica como las “Crónicas de la Conquista de Granada”, y sobre todo, en los populares y mundialmente famosos “Cuentos de la Alhambra”, inspirados en los tiempos en que estas tierras eran el escenario de luchas de moros y cristianos.
La fascinación, que la Granada de la época causó en el literato estadounidense, se reflejaría de manera sublime en sus libros de inspiración histórica como las “Crónicas de la Conquista de Granada”, y sobre todo, en los populares y mundialmente famosos “Cuentos de la Alhambra”, inspirados en los tiempos en que estas tierras eran el escenario de luchas de moros y cristianos.
No podemos olvidar sus conocidos relatos de viajes, fruto de sus extensos periplos por Europa y América, y entre ellos, uno prácticamente olvidado con el paso de los siglos, el día que dejó para siempre su amado Reino de Granada, y que tuvo a la Villa de Cúllar como protagonista.
Washington
Irving (Manhattan, Nueva York, 3 de abril de 1783 – Tarrytown, Wetschester, Estado de Nueva York, 28 noviembre de 1859) había llegado a España de la mano del embajador norteamericano en
Madrid, Alexander Everett, con la intención de recopilar datos biográficos
sobre la vida de Cristóbal Colón. Seducido por la cultura, la lengua y las
costumbres españolas, Irving decide establecerse en la capital de Granada
durante tres meses, desde el 4 de mayo al 29 de julio de 1829, disfrutando del
privilegio de hospedarse en plenos Palacios Nazaríes, por gentileza del
Gobernador de la Alhambra, en las mismas habitaciones que había sido
construidas para el emperador Carlos V siglos atrás.
La
inolvidable experiencia de residir en el monumento musulmán y convivir con sus
habitantes, avivó su imaginación y le permitió acceder a las tradiciones orales
que usó para escribir la obra que mejor expresa su alma romántica, “Cuentos de
la Alhambra”.
A finales de julio, recibió la grata noticia de que el recientemente elegido
nuevo Presidente de los Estados Unidos, Andrew Jackson, le había nombrado
secretario de la embajada americana en Londres. Rápidamente se dispone a
organizar tan largo viaje, a la vez que se despide de todas las personas y
personajes que habían formado parte de su intensa vida durante su estancia en
la capital granadina.
El
martes 29 de julio de 1829, junto con el súbdito extranjero, Mr. Raphael Sneyd,
y acompañados de un arriero, Antonio, que
a la vez les serviría de escolta en tan peligroso itinerario, alquilaron una
pequeña tartana para iniciar el viaje que les llevaría hasta Murcia, a través
del Camino Real que comunicaba Andalucía con el Levante. Después de pasar la
Venta del Molinillo, Guadix y Gor, arriban a la ciudad de Baza en la tarde del
jueves 30, acompañados por una particular cuadrilla formada por soldados,
trajinantes y una larga recua de burros, que habían encontrado por el camino.
Al
día siguiente, viernes 31 de julio, bien temprano, la expedición reanuda la
marcha con dirección a Cúllar, a donde llegan a mitad de la mañana, alojándose
por unas horas en la famosa Posada de la Plaza. Como era costumbre en los
viajeros de entonces, las jornadas del viaje en verano se hacían a primeras
horas del día, para evitar las calurosas horas del mediodía, y después de comer
y descansar, se retomaba el camino bien entrada la tarde.
Washington
Irving aprovecha su breve estancia en Cúllar, una villa que entonces contaba
con algo más de 4.000 almas, para tomar apuntes en su libro de viaje de todo lo
que observa a su alrededor. El colorido de los trajes de los paisanos, el
entorno de la plaza en todo su esplendor, el tropel de personas que van y
vienen a sus quehaceres diarios, pero sobre todo, el escritor refleja como en
él es habitual el ambiente que se vive en interior de la posada, donde queda
fascinado por una joven gitana, estereotipo de la clásica mujer española que
tanto embrujó a los viajeros románticos del Siglo XIX.
Las
anotaciones están realizadas de manera rápida pero detallista, y aunque se
trata de meros apuntes, la pluma del literato norteamericano se deja llevar por
el encanto de la típica postal que sus ojos de extranjero presenciaban,
componiendo para la posteridad, unos delicados párrafos que describen, de
manera precisa, los recuerdos que el pueblo de Cúllar dejó en la pupila de Washington Irving aquella
tarde de verano.
Esta
es la traducción de del texto original que años después, en 1919, vio la luz
por primera vez, gracias al trabajo de
investigación de los historiadores americanos William P.Trent y Gerorge S.
Hellman, que encontraron entre los archivos de la familia Irving, unos 24
cuadernos o diarios inéditos, con anotaciones de los viajes del escritor
estadounidense, y que fueron publicados
con el título genérico de “The Journals of Washington Irving”.
Por
primera vez, y de forma íntegra y en toda su extensión, damos a conocer a través de estas páginas,
las huellas que dejó el célebre escritor a su paso por Cúllar y la comarca de
Baza.
“Habíamos alcanzado una
galera que hacía el camino de Granada a Baza, iba escoltada para evitar a los
bandoleros por dos soldados y varios paisanos a lomos de caballos, mulas y
burros. Llegamos a Baza después de anochecido, tras un largo y sinuoso
descenso.
Al pasar La Alameda, nos
encontramos un inmenso cañón de hierro con argollas y una gran bola de piedra
de tiempos de la Conquista. Nos hospedamos en una posada regentada por un
francés. La cena nos dejó indiferentes.
Dormimos en un colchón en el suelo. Posada del Sol. Buenas habitaciones. Casa
nueva.
Al amanecer unos arrieros
llegaron con una larga recua de mulas cargadas de mercancías, el primero
portaba nuestros baúles. Estos caminantes suelen viajar
toda la noche y descansan durante el día.
Abandonamos Baza poco
después de las cinco de la mañana, la alameda estaba admirable. Cuando
dejábamos la ciudad pasamos por una pequeña capilla situada, según la tradición
popular, donde la Reina Isabel disparó el último cañón. La Vega de Baza es una
anchurosa llanura rodeada de montañas a lo lejos.
Después de pasar una región
árida y montañosa, llegamos a Cúllar, un amplio pueblo con un verde valle y
huertos que contrastan con la aridez de las inmediaciones. En los suburbios de
Cúllar la gente vive en cuevas. Los niños van desnudos, quemados por el sol.
Nos alojamos en la gran Posada de la Plaza. De camino a este lugar, Antonio se
había encontrado con un viejo camarada, soldado compañero, y natural de Aragón,
en el límite con Valencia, y le dejamos colocar
sus fardos en la parte de atrás de la tartana.
Posada.- Hay varias mujeres
con el aspecto de gitanas, una de ellas aparenta ser la dueña, es joven y bien
parecida y de tez aceitunada, con esbeltos tobillos y pies. Lleva sobre el
cuello un collar de perlas y una larga cadena de plata con una reliquia con
incrustaciones de imitación a diamantes. Viste un bonito corpiño bordado, y se
encuentra embarazada. Antonio me dice que pertenece a una familia gitana. La
madre y otras hermanas también portan cadenas de plata, y una de ellas viste un
corpiño azul celeste de seda, una bella niña de unos diez años, que parece algo
retrasada.
Plaza Real.-Tenderos
franceses se retiran a echar la siesta. Galgos durmiendo al sol. Las puertas de
las tiendas con limpios toldos. Un grupo de campesinos con sus monteras y capas
de paño rayadas y un montón de borricos, cruza el lugar con cántaros de agua
colgados con cinchas de una parte a
otra.
La ventana de la Cárcel de
enfrente (auténtica cabila) está cerrada. Los presos duermen. Zapatos de esparteña
cuelgan de la reja de la ventana. Comienza la llegada de los estudiantes. Uno
de ellos lleva sobre su cabeza un viejo sombrero ladeado, su capa enrollada
sobre si mismo deja al descubierto uno de los hombros. Viste pantalones de
algodón a rayas y zapatos de esparteña. Un pequeño valenciano con enaguas por
pantalones conduce un lindo borrico.
Escena en el interior de la
posada.- Gran compartimiento dividido por arcos. En una parte comen cuatro
valencianos, en otra, al pie de una escalera, un hombre y un muchacho hacen
cedazos. Varias mulas y burros cargan. En otra parte está la familia, algunos
desperdigados por el suelo, la mujer embaraza reclinada sobre sí misma, su
hermana una muy preciosa joven morena, está trabajando.
En un banco cerca de ellas
se encuentra su hermano, un joven de mediana estatura de unos veintidós años,
guapo, y con un colorido pañuelo sobre su cabeza. Viste una camisa con volantes
muy elaborados, y una chaqueta de felpa verde y a cuadros, echada sobre sus
hombros. Una faja de seda roja asoma por debajo del chaleco. Calzones de felpa
verde con una larga fila de botones de plata. Botinas de figura elegante y
zapatos. Las muchachas llevan volantes y baberos para cambiarse de mangas.
Cadenas de filigrana plateada con medallas de plata y gargantillas de perlas.
Sus basquiñas abiertas sobre un lado, el corsé apretado y
guarnecido con flecos. Sus peinetas decoradas con trazos plateados. Sus
corpiños muy trabajados.
Una enloquecida joven canta
y baila una danza castellana, parece languidecer con sus grandes y negros ojos.
La basquiña abierta sobre un lado y largos pendientes de oro sobre sus orejas.
Va descalza y caracolean sus brazos al mismo tiempo, mientras que se posa en el
suelo. Y Tan pronto como el día da paso a la noche, ella se vuelve salvaje y se
suelta el pelo y la ropa, y muerde de tal manera que no se puede sujetar. Se
dice que con ello consigue causar impresión. Los jóvenes compañeros gitanos me
contaron que su hermana, la que estaba embarazada, no hace otra cosa que retozar
con hombres. Ella me dijo que era un
pequeño loco insensato por mirarla.
Dejamos Cúllar sobre las 3 de la tarde. Pasamos a través de una montañosa
región de colinas cubiertas de bastos arbustos que asemejaban una pradera, con
valles bajos cultivados. Excelente camino. Llegamos a Chirivel, una pequeña
aldea, a las nueve en punto. La posada desprovista de todo. Mandamos a buscar
pan moreno y huevos a la aldea. La posada tiene grandes arcos parecidos a los
de una caverna. Los arrieros se arroparon en sus mantas y se acostaron en el
suelo.”
Después de dejar Andalucía, los viajeros hacen parada en Murcia, Orihuela,
y Valencia, para llegar a Barcelona a mediados del mes de septiembre. Tras unos
días de descanso en la ciudad condal, la expedición partiría rumbo a Gerona,
para abandonar definitivamente España por la frontera de Figueras el 23 de
septiembre de ese año, camino de Inglaterra.
En la embajada de Londres, Irving permanecerá hasta 1832, año en que regresará a Estados
Unidos. Ese mismo año publica “Cuentos de la Alhambra”, que se convierte en un
éxito de ventas desde su primera edición. Washington Irving considerado como "patriarca de la literatura
americana" y "el mejor escritor de habla inglesa de su tiempo"
no deja de pensar en España, y diez años después, el Secretario de Estado
americano, Daniel Webster, le ofrece el puesto de Embajador en Madrid. El hecho
le cogió por sorpresa, pero le pareció que el honor coronaba su vida.
Aceptó el puesto y ese mismo año salió para Europa camino de España. Llega a nuestro país a finales de julio de 1842 y a principios de agosto presenta sus cartas credenciales como embajador de los Estados Unidos, al General Espartero en la Corte de Madrid.
Aceptó el puesto y ese mismo año salió para Europa camino de España. Llega a nuestro país a finales de julio de 1842 y a principios de agosto presenta sus cartas credenciales como embajador de los Estados Unidos, al General Espartero en la Corte de Madrid.
Su vida diplomática en España finaliza en 1846, cuando cansado y con 63 años de
edad, decide volver definitivamente a su tierra natal.
En los cuatro años que ejerció como embajador, nunca más volvió a visitar
Andalucía ni la ciudad de la Alhambra, nunca más pisó tierras granadinas, desde aquella
calurosa tarde del verano de 1829, cuando de nuevo subió a la desvencijada tartana que le esperaba en Plaza Real de Cúllar, quizá sin saber que aquella, era
la última vez que sus pies pisaban el
viejo Reino Nazarí de Granada.
Epílogo
En 1999 la Fundación El Legado Andalusí puso en funcionamiento una serie de
rutas históricas por Andalucía, entre ellas la llamada “Ruta de Washington
Irving” que seguía el recorrido que el literato norteamericano hiciera en su
primer viaje desde Sevilla a Granada.
A raíz de estas últimas publicaciones, no estaría de más, que esta entidad
pública andaluza incluyese también en el itinerario de la citada ruta cultural,
el recorrido de este último viaje, realizado por el ilustre escritor romántico,
por tierras del Norte de Granada y Almería.