A menudo cuando paseamos por el casco histórico de Cúllar, solemos no prestar atención a lugares o rincones que guardan tras de sí ocultos pasajes de nuestra historia local.
Este es el caso de la antigua
casa solariega que ocupa el nº12 de la actual Calle Mayor (antigua Calle Real),
y que es un claro exponente de la arquitectura levantino-granadina, de
inspiración neoclásica, del tercer cuarto del Siglo XVIII.
Si nos fijamos detenidamente,
observaremos sobre el dintel de la puerta principal un escudo en piedra, donde
aparecen símbolos como una cruz con espinas en la parte central, a la derecha
una espada y a la izquierda una rama, que representa un olivo. Abajo y cerrando
el escudo, encontramos una granada, en clara referencia el antiguo Reino de
Granada.
Y ahora, en un ejercicio de
comparación artística, observemos con detalle este otro escudo, extraído de una
ilustración del Siglo XVIII.
¿Qué hace un escudo como este en un edificio histórico cullarense? ¿Quién o quienes construyeron y vivieron en esta mansión? ¿Por qué es tan similar al actual escudo del Ayuntamiento de Cúllar?
Todas estas preguntas, y algunas
más, intentaremos contestarlas en el siguiente artículo que ha supuesto años de
documentación e investigación, para ofrecer algo de luz en otro interesante
pasaje de la historia de nuestro pueblo.
Las primeras referencias que
tenemos a esta casa aristocrática, las encontramos en los datos que nos aporta
el Catastro de Ensenada de 1752 respecto a nuestra localidad. En una de las relaciones
de las casas que conformaban el casco antiguo de Cúllar, en concreto la de
Polonia Marín, viuda, dice así: “Una casa
en la Calle que llaman el Porche de Don Lucas Gómez”.
De inmediato nos pusimos sobre
la pista sobre el referido Lucas Gómez, a la sazón Escribano de la Villa, y en
el catálogo de sus bienes que aparece en el citado Catastro, encontramos la
siguiente descripción: “Una casa en el
Barrio de San Sebastián y Calle Real, con dos determinados, un pajar, una
caballeriza y dos corrales. Tiene ocho varas de frente y treinta y dos de
fondo, linda al Sur con la Calle Real.”
No había duda, por sus
dimensiones y situación, podía tratarse de la actual casa nº 12 de la Calle
Mayor. Ahora había que encontrar que relación guardaba el edificio con la Santa
Inquisición. Y la respuesta nos la dio la documentación histórica, cuando
encontramos en el Archivo de Protocolos Notariales de Granada, el testamento de
uno de los hijos de D. Lucas Gómez del Pozo, que en su última voluntad hace
referencia a su linaje y a sus empleos honoríficos: “Yo,
D. Nicolás Antonio Gómez del Pozo, hijo legítimo de legítimo matrimonio de D.
Lucas Gómez y Dª. Juliana Contreras, natural y vecino de esta Villa de Cúllar,
Escribano de Número y Cabildo de esta dicha Villa, y Familiar del Santo Oficio
de la Inquisición de este Reino de Granada” (…)
Pero ¿Quién era D. Nicolás
Antonio Gómez? ¿Cómo pudo acumular tanto poder y cargos, en la Villa de Cúllar,
y en gran parte de la Comarcas de Baza y Huéscar durante la segunda mitad del
Siglo XVIII ?
Este es el comienzo de la
extraordinaria y dilata vida de uno de
los cullarenses más importantes de nuestra historia local.
(Unas de las primeras firmas del joven D. Nicolás A. Gómez)
Nicolás
Antonio Gómez del Pozo y Contreras, nació en la Villa de Cúllar
en 1725. Era hijo del escribano cullarense D. Lucas Gómez del Pozo y de Dª Doña
Juliana Contreras Riquelme y Campuzano, está ultima natural de la Ciudad de
Granada, del Barrio de San Matías.
D. Nicolás fue el segundo de
los hijos que tuvo este matrimonio, su hermano mayor D. Torcuato Gómez, era
siete años mayor que él, y como primogénito le correspondió continuar con el
oficio de escribano familiar, hasta que debido su repentina muerte, el oficio
recayó en D. Nicolás, tras su fallecimiento.
Los Gómez del Pozo
representaban unas de las familias más importantes y acaudaladas de la época,
naturales de Cúllar generación tras generación, se conjetura que pudieran ser
descendientes de Luis Gómez y Álvaro Gómez, moriscos cullarenses de finales del
Siglo XVI, que tras la expulsión ordenada por Felipe II, fueron de los pocos que
pudieron quedarse en la Villa, toda vez que fueron nombrados Seises o Peritos
repartidores, por su antiguos conocimientos del sistema de regadíos, tierras,
derechos de pastos, caza, aprovechamiento de montes, etc…
Pero 120 años después, su
supuesta “mancha de sangre” había desaparecido, toda vez que se habían
integrado perfectamente en la nueva sociedad cristiana, ocupando, como veremos,
notables puestos en la administración local y religiosa.
El padre de nuestro personaje, D. Lucas Gómez del Pozo, obtuvo en 1718
el nombramiento del Rey Felipe IV como Escribano de Número y del Concejo de la
Villa de Cúllar. El oficio de Escribano de Número, los notarios de la época,
era uno de los empleos públicos más demandados, tanto por el prestigio social
que producía, como por los privilegios económicos y jurídicos que conllevaba.
Además, como de Escribano del Concejo de la Villa, era también el encargado de
asistir a las Juntas o sesiones del Ayuntamiento o Concejo y autorizar sus
acuerdos o resoluciones, tal como lo es en la actualidad el Secretario
Municipal.
D. Lucas Gómez ejerció de
Escribano un cuarto de siglo, hasta que en 1743, y con 50 años de edad, por
motivos que desconocemos, decidió renunciar al empleo a favor de su hijo mayor,
D. Torcuato Gómez, a la sazón de tan
solo 26 años, algo muy normal en aquellos tiempos, toda vez que el Oficio de
Escribano era a perpetuidad, y se podía traspasar de padres a hijos.
Por su parte, el hijo menor y
nuestro protagonista, D. Nicolás Antonio Gómez, como “segundón” de la casa
familiar, tuvo que iniciar la carrera eclesiástica, carrera que fue bastante
corta por los sucesos que vendrían después. En marzo de 1746, con 21 años, lo
encontramos formando parte de los 15 eclesiásticos que conformaban el estamento
religioso de Cúllar, como acólito en la Iglesia Parroquial.
Años después, en 1752, según
los datos extraídos del Catastro de
Ensenada, D. Nicolás aparece como tratante o agente “que comercia con caudal”, soltero, y viviendo en una casa con
huerta de su propiedad, que tenía junto al Pago del Baño y Fuente de Archimuza.
Pero volvamos a la Casa
Familiar. En ella vivía el anciano D. Lucas, ya viudo, acompañado de su hijo
mayor, el escribano D. Torcuato Gómez. Este se había casado años atrás con Dª Isabel Romero y Baena, perteneciente
a una de las familias más significativas de Cúllar en el Siglo XVIII. Pero de
este matrimonio no hubo hijos, toda vez que la esposa murió muy joven, y el
dicho Torcuato no volvió a casarse. Por su parte, y como era normal habitual,
D. Nicolás Antonio contrae matrimonio, en 1755,
con la cuñada de su hermano, Dª Antonia
Romero y Baena, que sería su esposa hasta el final de los días.
Desgraciadamente este matrimonio tampoco tendría descendencia, como veremos.
De repente, todo cambia para
nuestro protagonista, cuando en el espacio de menos de dos años, fallecen su
padre, primero, y posteriormente su hermano Torcuato, en el verano de 1756, de forma repentina.
Automáticamente, Don Nicolás Gómez queda
como único y universal heredero, por lo que todos los bienes, propiedades e inmuebles de la familia pasan a
pertenecerle, y entre ellos el Oficio de Escribano, que habían ejercido su
padre y su hermano después.
Comienza a partir de ese
momento el verdadero ascenso social de D. Nicolás Antonio. Un proceso que se
prolongó durante toda su vida y que le llevo a ocupar diversos y sustanciosos empleos
y cargos honoríficos, algo hasta entonces jamás visto en nuestra localidad, y
en casi todo el Reino de Granada.
(Aspecto de la Casa de los Gómez del Pozo según una fotografía de principios del Siglo XX)
En las siguientes tres décadas
acumuló los siguientes nombramientos y
prebendas, que le hicieron ser el hombre más poderoso de Cúllar en la segunda
mitad del Siglo XVIII.
En primer lugar, como Escribano de Número y como Escribano del Ayuntamiento, por sus
manos pasaba toda la documentación oficial que llegaba al municipio, a la vez
que como notario público, tenía acceso a toda la información particular de
testamentos, compra ventas, escrituras privadas y demás documentos que se
generaban en su despacho de escribanía.
Además el Señor de la Villa de Cúllar, en aquel entonces, D. Tomás de Montenegro, residente en Cartagena, le había nombrado Administrador de todos sus bienes en la
Jurisdicción (como anteriormente había sido su padre, D. Lucas) entre ellos: “la
casa principal del Señorío, la casa mesón que hay en la Plaza Pública, casa y
tierras del Cortijo que llaman de Santa Bárbara, alias el Charcón, el Cortijo
de la Cueva, el Cortijo de la Hinojodra y otro cortijo en el Partido de
Vertientes, cuyos bienes pertenecen a dicho Mayorazgo.” Sin olvidar, que
esto implicaba que D. Nicolás Gómez era también el administrador de las rentas
y diezmos que cada año recogía el Señor de la Villa en todo el término
municipal, de los vecinos y labradores, así como los impuestos de las
Alcabalas, Tercias y Penas de Cámara, que suponían miles de reales cada año.
Por si estos empleos fueran
poco, a estos cargos se les añadió el de responsable del Negociado de Montes de la Villa, nombramiento que obtuvo en 1766, merced a un despacho de la
Intendencia de Marina de Departamento de Cartagena, a la que por entonces
pertenecían todos los montes de la Jurisdicción cullarense, cuya madera se utilizaba en la construcción de barcos y
navíos para la Real Armada. Este empleo
le serviría para obtener importantes cantidades monetarias por las licencias de
talas de árboles, y sobre todo, de las multas y denuncias por cortes ilegales
de pinos y carrascas, tan habitual en aquellos tiempos, además de tener a su
cargo a los temidos Guardias de Montes, verdadera policía rural de la época.
Pero no solo obtuvo durante su
dilatada vida prebendas materiales, sino que D. Nicolás Antonio Gómez, supo
también granjearse beneficios espirituales o religiosos. Sin duda durante sus
años de formación eclesiástica consiguió establecer lazos de confraternidad con
miembros del estado eclesiástico de la comarca y de fuera de ella, de esta
manera logró ser nombrado Procurador Ecónomo
y Síndico de dos de los principales conventos de los alrededores; el de los
Padres Franciscanos Descalzos de Huéscar
y el de San Antonio de Padua en Caniles.
A la postre este nombramiento significaba gestionar y controlar todos los
bienes económicos de dos de los principales conventos del Altiplano, a la vez
que se le guardaban una serie privilegios y excepciones, como la de alojar
soldados y gente de armas en sus casas, y la exoneración del pago de algunos
impuestos y cargas concejiles.
Su fama de hombre respetable,
piadoso y devoto, unido a todo lo demás, le sirvió para obtener el ministerio
más deseado en aquel tiempo para un hombre como él, ser nombrado Familiar del Santo Oficio de la Inquisición
en Cúllar.
Los Familiares de la Santa
Inquisición, era personas laicas que ejercían en los pueblos y ciudades labores
menores dentro del Santo Tribunal. Sin necesidad de tener ningún tipo de voto
monástico ni ingresar en el clero, sus funciones eran las de informar de todo
lo que fuera de interés para la institución y ocurriera dentro de la sociedad
en la que estaban integrados, como una tupida red de espionaje o servicio de
información, además de intervenir
en la toma de declaraciones, diligencias inquisitoriales y arresto de reos. Se
beneficiaban económicamente
de sus delaciones, además de
estar protegidos ellos mismos de una posible persecución por las mismas causas que informaban. Convertirse
en Familiar era considerado un honor, ya que suponía un reconocimiento público
de limpieza de sangre y llevaba además aparejados ciertos privilegios, entre
ellos, que podían portar armas. Sin olvidar, por supuesto, el poder moral sobre
el resto de vecinos que este cargo conllevaba.
Y aunque a finales del Siglo
XVIII, la Inquisición de Granada nada tenía que ver ya con el ímpetu
persecutorio de siglos anteriores contra herejes, judíos y moriscos, todavía
formaba parte importante de la sociedad granadina y de su jerarquía social. En
este sentido, hemos de decir en favor de D. Nicolás Gómez, que durante los años
en que fue Familiar del Santo Oficio, no se produjo ningún procesamiento grave
contra vecino alguno de Cúllar.
Con el paso del tiempo, todos
estos cargos y empleos que llegó a ostentar el protagonista de nuestra
historia, le valieron para acumular un importantísimo patrimonio en bienes y en
dinero.
En 1773, D. Nicolás Antonio Gómez aparece en los listados de repartimiento de las llamadas Rentas Provinciales, como el tercer hacendado de la localidad que más contribuía por su patrimonio y consumo a este impuesto real. Además, era propietario de diferentes cabañas de ganado lanar y cabrío, lo que le suponía ingresos extraordinarios por la venta de la carne, y sobre todo de la lana. En 1782, figura como el principal productor de lana de la Villa con más de 498 arrobas, casi el 30% de la producción total de todos los ganaderos cullarenses. Además poseía una importante yeguada de caballos, jacas y potros, así como de mulos y muletos.
En 1773, D. Nicolás Antonio Gómez aparece en los listados de repartimiento de las llamadas Rentas Provinciales, como el tercer hacendado de la localidad que más contribuía por su patrimonio y consumo a este impuesto real. Además, era propietario de diferentes cabañas de ganado lanar y cabrío, lo que le suponía ingresos extraordinarios por la venta de la carne, y sobre todo de la lana. En 1782, figura como el principal productor de lana de la Villa con más de 498 arrobas, casi el 30% de la producción total de todos los ganaderos cullarenses. Además poseía una importante yeguada de caballos, jacas y potros, así como de mulos y muletos.
Pero no solo era un próspero
ganadero, ya que también, gracias a sus innumerables fincas en El Margen y en
la Vega de Cúllar, era un afamado cultivador
de viñas, que le generaban cada año más de 200 arrobas de vino del país,
caldo que guardaba celosamente en las bodegas de su casa (bodegas que aún
existen), y donde también disponía de una cabeza de alambique, para elaborar el
apreciado aguardiente.
Todo ello se completaba con lo que obtenía del alquiler de un horno “de pan cocer”, y del llamado Mesón de Abajo, ambos suyos propios, que se encontraban en las inmediaciones de la Placeta de San Sebastián, y que dieron nombre al popular Barrio Mesones de nuestra localidad.
Todo ello se completaba con lo que obtenía del alquiler de un horno “de pan cocer”, y del llamado Mesón de Abajo, ambos suyos propios, que se encontraban en las inmediaciones de la Placeta de San Sebastián, y que dieron nombre al popular Barrio Mesones de nuestra localidad.
Sobre cómo era realmente en su
vida diaria y su forma de ser, poco sabemos, aunque sin duda representaba la
mentalidad propia de la época en su manera de actuar y ejercer el descomunal
poder que había conseguido.
Como anécdota, podemos hacer presente el siguiente suceso que tuvo lugar en 1793, cuando ya anciano y achacoso había dejado de ser el Escribano del Ayuntamiento, pero aún intimidaba incluso a los peritos municipales a la hora de realizar las listas cobratorias del municipio: “Dijeron no podían aceptar el modo alguno dicho nombramiento de Peritos para el Repartimiento de Impuestos, por cuanto, de muchos años a esta parte, se había hecho el Repartimiento en las casas de D. Nicolás Gómez, siendo su voluntad señalarse la cuota que se le antojase a dicho señor, lo que se le ha tolerado por su poderío y temor a sufrir un pleito costoso. Por lo que se excusan de cumplir con el referido nombramiento de Peritos en el ínterin que dure el miedo y el temor al expresado Gómez, y cobardía de estos vecinos a no exponerse a perder y gastar sus cortos bienes en disputas.”
Como anécdota, podemos hacer presente el siguiente suceso que tuvo lugar en 1793, cuando ya anciano y achacoso había dejado de ser el Escribano del Ayuntamiento, pero aún intimidaba incluso a los peritos municipales a la hora de realizar las listas cobratorias del municipio: “Dijeron no podían aceptar el modo alguno dicho nombramiento de Peritos para el Repartimiento de Impuestos, por cuanto, de muchos años a esta parte, se había hecho el Repartimiento en las casas de D. Nicolás Gómez, siendo su voluntad señalarse la cuota que se le antojase a dicho señor, lo que se le ha tolerado por su poderío y temor a sufrir un pleito costoso. Por lo que se excusan de cumplir con el referido nombramiento de Peritos en el ínterin que dure el miedo y el temor al expresado Gómez, y cobardía de estos vecinos a no exponerse a perder y gastar sus cortos bienes en disputas.”
Aunque en los últimos años de
su existencia, todo apunta a que se volvió más tolerante y conciliador, sobre
todo a raíz de la llegada de las ideas reformistas que trajo a nuestro país la
llamada Ilustración Europea. De hecho, D. Nicolás Antonio Gómez, aparece como
miembro fundador de la Sociedad Económica
de Amigos del País de Baza, un organismo creado al amparo de las Leyes
ilustradas de la época, y que pretendía modernizar España a través del fomento
de la agricultura, el comercio, las artes y la educación de las clases
populares.
Pero sin duda, su última gran
voluntad, junto con la de su esposa, Dª Antonia Romero, fue la constitución de
un patronato para el establecimiento en Cúllar de una Cátedra de Latinidad. Este tipo de centros educativos de enseñanza
secundaria o preuniversitaria, permitían acceder a los conocimientos de latín y
gramática necesarios para emprender los estudios superiores en las
universidades.
En nuestro localidad tan solo existía un Maestro de Primeras y Segundas Letras, por lo que los alumnos aventajados, cuyas familias no disponían de recursos económicos, se veían obligados a abandonar los estudios en sus primeros años. Con este objetivo, el matrimonio formado por D. Nicolás y Dª Antonia, dispuso en su testamento la creación de este patronato, así como los fondos necesarios para su constitución:
En nuestro localidad tan solo existía un Maestro de Primeras y Segundas Letras, por lo que los alumnos aventajados, cuyas familias no disponían de recursos económicos, se veían obligados a abandonar los estudios en sus primeros años. Con este objetivo, el matrimonio formado por D. Nicolás y Dª Antonia, dispuso en su testamento la creación de este patronato, así como los fondos necesarios para su constitución:
“Declaro, que a nombre de ambos y al tiempo de
mi disposición testamentaria, ordené se fundase y dotase en esta Villa de
Cúllar, una Cátedra para Precepción de Gramática, con el plausible objeto, de
que los naturales de ella y forasteros circunvecinos y comarcanos tuviesen
educación, sin el gravamen y riesgo que a que están sujetos los padres,
parientes y deudos, cuando se ven en la precisión de ponerlos en otro pueblos a
pupilos, en que se experimenta, que de los pocos que salen, se pierden y
extravían algunos, con notable perjuicio, por falta de medios para pagar
Pupilaje y Preceptor. Y con reflexión de que esta Villa se compone de un
crecido vecindario, más de 800 moradores en cortijos y en la población,
establezco y fundo para siempre jamás en esta dicha Villa, la Pía Memoria de
una Cátedra de Gramática, asignándole para su dotación y sustento del maestro
Preceptor, 300 ducados en cada un año, en bienes y raíces que estoy disponiendo
comprar a favor de dicha obra Pía, la cual desde ahora pondré los medios para
que en el presente año tenga cumplido y debido efecto, pagando yo por ahora de
mis bienes al Preceptor que sea elegido, y si entre tanto no hubiese comprado
los bienes suficientes para su dotación, y la muerte me sacare de este mundo
sin haberlo cumplido, desde luego consigno para ello una partida tierras de
regadío que poseo en el Pago de la Amarguilla, distante una legua de esta
población, en lo cual deben interesarse también los Patronos, que lo han de ser
el Señor Cura y los Señores Beneficiados que al presente son, y en adelante
fuesen. Y si las haciendas de dicho Cortijo de la Amarguilla no redituasen los
dichos 300 ducados, puedan requerir a mis herederos para que entre todos ellos,
señalen los competentes hasta el integro cumplimento de los mencionados ducados.”
Por desgracia, ambos
esposos nunca llegaron a ver en vida la fundación de esta Cátedra, pero tras
años de burocracia y enredos testamentarios, finalmente en 1804 el Rey Carlos IV,
decretaba la creación de esta obra Pía, y aprobaba sus estatutos, cumpliéndose
finalmente la última voluntad de D. Nicolás Gómez y Dª Antonia Romero.
Esta institución educativa seguiría funcionando en Cúllar muchos años, siendo sus aulas las paredes de la desaparecida Ermita del Ángel, hasta que en 1826, por falta de fondos y dotaciones, quedó extinguida.
Esta institución educativa seguiría funcionando en Cúllar muchos años, siendo sus aulas las paredes de la desaparecida Ermita del Ángel, hasta que en 1826, por falta de fondos y dotaciones, quedó extinguida.
El 4 de abril de 1796, a los 71 años de
edad, fallecía D. Nicolás Antonio Gómez.
Su mujer le seguiría a la tumba tan solo veintisiete meses después, el 29 de
junio de 1798.
Sus cuerpos fue enterrados
en la zona más distinguida de Iglesia de
la Anunciación cullarense, toda vez que tenían licencia del Obispo de
Guadix para ser sepultados en un lugar de privilegio: “Que mi cuerpo sea
cubierto y amortajado con los hábitos, correa y cordón de San Francisco y Santo
Domingo, así mismo en el interior con el Escapulario o divisa de los hermanos
de la Cofradía de la Virgen del Carmen de esta Villa de Cúllar, quiero sea
depositado el ataúd en su Iglesia Parroquial, en sepultura que tengo propia, y
que hemos ofrendado el dicho mi marido y yo hasta el presente, y confirmado en
las Santas Visitas del Sr. Obispo, y está al lado del Evangelio, en la Capilla Mayor de la citada Iglesia.”
(Primera página del testamento de D. Nicolás A. Gómez)
Gracias a su extenso
testamento, hemos podido acercarnos a la vida y muerte de este importante
cullarense, que en sus últimos años no dejó de ser un hombre muy piadoso y a la vez opulento, uno de los más acaudalados
de la Comarca de Baza. Así lo refleja su última voluntad, cuando enfermo y
anciano, ordena que, de su incalculable fortuna, se digan por su alma tras su
fallecimiento, la descomunal cifra de 20.000
misas rezadas. Exactamente la misma cantidad de rogativas y plegarias, que
el difunto Rey Carlos III,
contemporáneo suyo, dejó dispuestas en su real testamento, ocho años antes. Arte
y figura….
Desgraciadamente, nunca
sabremos si todas estas misas testamentales, que el viejo D. Nicolás Antonio
mandó se dijeran por su alma, se correspondían con su píos y devotos
sentimientos, o por el contrario, se debieron a las innumerables culpas y
pecados que arrastró durante su dilatada y fascinante vida.
(Una de las últimas firmas D. Nicolás A. Gómez, ya enfermo y anciano)
Epílogo
A mediados de los
años ochenta del siglo pasado, el nuevo Ayuntamiento democrático cullarense remitió,
al parecer, a la Asociación Española de Estudios Genealógicos y Heráldicos, un
boceto con el escudo municipal para su aprobación oficial.
Quizás por
desconocimiento de los promotores o porque aún no habían salido a la luz los
documentos que en este artículo hemos presentado, se optó por elegir los mismos elementos que aparecen en el escudo
de la casa nº 12 de la Calle Mayor de nuestra localidad, adornado con una serie
de castillos y leones en su parte externa, para que sirviesen de base al
pretendido escudo de la Villa.
Los académicos de
esta Asociación emitieron un informe desfavorable a las pretensiones del
Ayuntamiento, alegando la falta de rigor histórico en la propuesta.